Cuando nos vacunamos, no solo nos protegemos a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean. A algunas personas, por ejemplo, las que padecen enfermedades graves, o quienes tienen muy bajas sus defensas, en algunas ocasiones no se les aconseja vacunarse contra determinadas
enfermedades o su respuesta no protege como personas sanas; por lo tanto, la protección de esas personas depende de que los demás nos vacunemos y ayudemos a reducir la propagación de tales enfermedades.